23 octubre, 2012

Supervivencia diaria

Soy muy Doctor House últimamente. Por desgracia, no hablo de haberme transformado en una doctora alta y con ojos azules, sino de pasarme las veinticuatro horas del día de mala leche, dolorida y hartándome de relajantes musculares y de anti inflamatorios -no tengo Vicodin…- que cada vez hacen menos efecto, todo hay que decirlo. Todo por culpa de una lesión de rodilla. Ahora podría recomendarles un bono de masajes con un fisio de los que yo misma consumo, ¿verdad?
Como ya les he confesado, uno de mis mantras es “compro luego existo”. Por eso, ni estando coja, me abstengo de ir por ahí a gastar como una loca. Hace una semana, estirando las rebajas hasta sus últimas consecuencias, en unos grandes almacenes que no debería ni pisar, leo: “Solución para el hombre”. Y enseguida, me vino un pensamiento: “Claro, solución para el hombre porque el hombre nunca es la solución“. Ni se les ocurra acusarme de ir empastillada perdida -que lo iba-. La frase, que pertenece a la publicidad de un producto de cosmética masculina, me provocó una conexión inmediata, a un nivel anímico-espiritual-emocional y de género, con trescientas de mis mil quinientas íntimas “aminemigas” que viven en la aberrante convicción, en el fraude generacional inculcado con sangre, de que el hombre, “un hombre” es la solución.
Mis aminemigas, que experimentan la permanente insatisfacción y la peligrosa castración de creerse medias naranjas con patas, viven en la desesperación más o menos secreta pero casi absoluta, de necesitar que su “otra mitad” aparezca y que, de alguna manera, entre mágica y coyuntural, las rescate de una existencia que ellas mismas conciben como de segunda hasta que un Príncipe (sapo tuneado) les da ese beso de película (de película, insisto). Y sepan que no me refiero a mujeres inútiles, feas o sin preparación. Encuentro verdaderas superwomen que no se atreven a realizarse por culpa de este lastre (realizadas profesionalmente lo están pero, en el fondo de su corazón, son desgraciadas porque no hay ese “él” que siempre, no falla, les han contado que era la llave del Paraíso). Y llegado este punto, a ellas y a ustedes, les podría apetecer un besazo de tornillo de Miguel Ángel Silvestre… Podría recomendarles que se pongan un par de tetas como dos carretas, porque de eso va la serie que hizo que El Duque se metiera en mi cabeza, en mi corazón, en mi memoria… (lamentablemente se coló en todas partes menos donde quería yo que se metiera…).
Ahora ya estamos, ustedes y yo, plenamente confundidos: ¿de qué está hablando ésta hoy?, y lo entiendo. Ahora, por mi culpa, divagan entre la sonrisa perfecta y los oblicuos pluscuamperfectos de este chulazo del celuloide y vertiginosos escotes rellenos de silicona… Pues sigan divagando. Y mientras, bebanhttp://blog.groupon.es/2012/09/20/supervivencia-diaria-diario-de-una-groupoaholic/.

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