27 diciembre, 2022

Tercer intento de okupación. Acoso. Esto es un no parar


La sima devuelve el estudio, entregando las llaves a la policía nacional, a quienes avisó ella para imputarme un delito de coacciones inexistente, el 25 de noviembre.

Accedí al estudio con la vecina. Era dantesco aquello, mi madre en el hospital, en el San Francisco de Asís, en urgencias. Luego en planta. Tres vértebras rotas, operación... el cuidador va y dimite. Me hundí.

El domingo 27 de noviembre, tal como habíamos planeado hacía meses, agarramos un avión bien temprano, y bien barato, mi amigo Javi y yo. Ya era hora de volver a viajar, primer avión en tres años largos, por la plandemia. Llegamos a Bilbao al amanecer. Ruta cultural y de tapas. Estamos con el vermú y... hostiaputamecagoentodonojodaslasimia. La simia me está tirando el teléfono abajo, acosándome de nuevo. Cuatro llamadas a tó coño, dejando todos los timbres. Se me cae una raba y el vermú se me cruza. Le pido a Javi que atienda él la llamada. Flipa con el tono y con las amenazas. Aunque voy medio beoda -'cause I'm worth it-, alcanzo a bloquearla.

Me pongo a temblar. No entiendo nada... Una perraflauta trabajadora social o asistente social o rastacomunistapiojosa diría que igual la pobre farlopera vulnerable tenía una recaída. O la pobre alcohólica vulnerable tenía una recaída. O la pobre okupa vulnerable tenía otra recaída... y no quería soltar su narcopiso.  O las tres cosas. Y, lo reconozco: me importan las tres "excusas" una mierda. 

Porque lo importante, lo grave, lo peligroso para mi integridad física y para mi patrimonio es que la traficante delicuente habitual el domingo 27 de febrero se había metido en el edificio, en mi domicilio, y estaba en el descansillo de mi casa, delante de mi puerta, tocando desde hacía horas y sin parar los timbres de los otros inquilinos de los estudios. Me escribieron los tres (esto está por escrito) y todos estaban asustados, sin entender nada. Les rogué que no salieran, para evitar que ella de un empujón a ellos y a la puerta se volviera a meter de okupa. Lo grave es que reiniciara su acoso telefónico a mi persona. Yo desquiciada, loca, acojonada, en Bilbao (tengo todo documentado). ¡Para un puto día que me voy de viaje!

La simia ya no tenía ya llaves del edificio, pero me han contado el portero y vecinos, que estuvo llamando a los telefonillos y que se había colado haciéndose pasar por una que iba al Vendo Oro (tenemos de tó, solo nos falta un puti, una pescadería y un maquillador de muertos... Para potar). 

La flipada del coño de la simia esta pretendía okupar de nuevo el estudio. Así que llamé al 091, sin imaginarme que me iban a contestar de la policía vasca. Muy amables, tras oír la situación, avisaron por teléfono y mandaron a un coche de policía nacional de Madrid a echarla. Tercera minuta informativa de CNP.

He de admitir que pasé sudores y taquicardia, de puro terror, cuando, sobre las doce de la noche, llegué del aeropuerto, sin saber si la simia seguiría agazapada en el descansillo o en las escaleras, y me volviera a pegar. 


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