"Eva, estoy completamente enamorado de ti".
Como frase, y especialmente llamándote Eva, es la hostia, no me lo negaréis... Podría dejarlo así y constituiría uno de mis mejores posts: rebosante de pasión, de romanticismo, de fuerza y de misterio... Sería todo un alarde de minimalismo, una prueba de que por fin he vencido una diagnosticada incontinencia verbal.
"Eva, estoy completamente enamorado de ti". ¿No es brutal, devastador? Cuando oyes algo así ¡quieres más! Pues eso fue exactamente lo que nos hicieron el otro día: soltar esa "bomba" y anunciar el fin del primer acto. Quince minutos de descanso y vuelta a la butaca.
Y hoy confieso que se me junta la resaca del sábado con el subidón del jueves, día en que se estrenó ENAMORADOS ANÓNIMOS, obra que no puedo más que recomendar, alabar y rememorar... Hace varios días que la vi y aún sigo pensando en el talento que rebosa este musical de lujo capaz de reinventar la copla, de traerme en bandeja, y hacérmelos saborear, uno a uno: la peineta, los claveles, las banderillas y la muleta..., todos los grandes símbolos e iconos de nuestra cultura sin que me dé una urticaria, de hacerme fan absoluta y conversa de este género -del que me confieso analfabeta, 100% background education free- sin haberme inyectado nada ilegal... E igual de sobria me atrevo a augurar que va a arrasar mundialmente (tampoco hace falta ser vidente ni teleco para ello). Ya veo a quienes aún lloran a la Jurado desembarcar por cientos en la Gran Vía, bajando de autobuses provinientes desde cualquier punto de España como si peregrinaran a Lourdes (o a Perpignan para ver pelis de destape) y, a los fans de la Pantoja desertar y empezar a serigrafiarse camisetas de la impecable drag protagonista de un par de escenas que va a relevar a esta señora en el meritorio arte de mover la bata de cola sin despeinarse.
Como ya saben quienes me leen desde hace tiempo (podría escribir "me siguen" pero sólo pensarlo me asusta, me suena a acoso; en serio, yo me escondo de quien me sigue, procuro ponerme a salvo, ¿qué le vamos a hacer?) no me pierdo una alfombra roja y unas croquetas gratis, preferiblemente servidas por la noche y dentro de Madrid capital. Adoro las convocatorias en las que no me invitan sólo al photocall, como si fuera fotógrafa, sino que comprenden que para hablar de algo tengo la mala costumbre de documentarme antes, y en las que me dejan a mi aire, cancaneando por ahí (casi siempre con el desastre).
Retomo: tras disfrutar como hacía tiempo de un primer acto lleno de sorpresas, de risas arrancadas por un guión más que brillante, de babear por el vestuario y flipar literalmente con la escenografía, encajé aquel repentino entreacto como un golpe de guadaña. No aceptaba, con lo que me estaba gustando, que pudiera haberse terminado. Menos mal que se trataba del recreo y a la vuelta me esperaba lo mejor...
Sin embargo aquellos quince minutos se eternizaron, me supieron al recorrido por ese túnel blanco que permite que toda tu vida pase por delante de ti muy deprisa; tú avanzas reconociendo rostros familiares, caras conocidas -no todas amables, ni de amigos precisamente-: cuánto famosazo con costra de maquillaje; cuánta celebridad; cuánto magnate de tirantes, gomina y corbata rojo poderoso (atención: añádase a la pantonera); cuánto entrevistado; cuánto aminemigo... Con la dificultad añadida de los tacones y del tumulto, atravesé aquella multitud, me acerqué con la mirada fija en el horizonte, clavada en un resplandor lejano que me cegaba (una sabe cuando no debe...). Caminaba aterrorizada, pero inevitablemente. Iba contagiadita de la euforia del exitazo, de la emoción de la puesta de largo de un proyecto trabajado con esmero... Iba hacia mis coordenadas porque tampoco podía hacer otra cosa, buscando esa promesa de tranquilidad (en cada momento nos pide el cuerpo algo y el mío en concreto anda inusualmente aletargado). En esos breves instantes de besos a pares y codazos cómplices, identificando a quien reconoces y esquivando a quien prefieres no cruzarte, mi reciente bajón anímico no impidió que me enamorase (¿o será por culpa de la depre que todo se precipitase?). Si me ciño a la geolocalización, en concreto yo impacté con el objetivo en medio de un tramo de escaleras.
Una se puede enamorar en quince segundos o necesitar una vida entera. Se puede enamorar de cuello para arriba o de cintura para abajo -un poco de honestidad, que ya somos mayorcitos-. Puedes enamorarte de lo vivido o del porvenir; de la templanza o de la osadía; de un cerebro privilegiado o de un cuerpo esculpido; de un pozo de anécdotas maquiavélicas o de la inocencia rayana con la estulticia; de alguien que supura sabiduría o de quien parece que te estaba esperando cual taula rasa... Puedes adorar a alguien por su energía, por su intensidad y porque es imposible... O precisamente sentir todo eso a pesar de los pesares, de lo harto improbable que es que salga como tú quieres, y no te alivia ni saber que lo mejor de las fantasías es que nunca se materialicen y todo eso.
Y aquí estoy, haciendo una redacción por no marcar un número de móvil. Parece que me he Enamorado Anónimamente y hasta las trancas.
Como frase, y especialmente llamándote Eva, es la hostia, no me lo negaréis... Podría dejarlo así y constituiría uno de mis mejores posts: rebosante de pasión, de romanticismo, de fuerza y de misterio... Sería todo un alarde de minimalismo, una prueba de que por fin he vencido una diagnosticada incontinencia verbal.
"Eva, estoy completamente enamorado de ti". ¿No es brutal, devastador? Cuando oyes algo así ¡quieres más! Pues eso fue exactamente lo que nos hicieron el otro día: soltar esa "bomba" y anunciar el fin del primer acto. Quince minutos de descanso y vuelta a la butaca.
Y hoy confieso que se me junta la resaca del sábado con el subidón del jueves, día en que se estrenó ENAMORADOS ANÓNIMOS, obra que no puedo más que recomendar, alabar y rememorar... Hace varios días que la vi y aún sigo pensando en el talento que rebosa este musical de lujo capaz de reinventar la copla, de traerme en bandeja, y hacérmelos saborear, uno a uno: la peineta, los claveles, las banderillas y la muleta..., todos los grandes símbolos e iconos de nuestra cultura sin que me dé una urticaria, de hacerme fan absoluta y conversa de este género -del que me confieso analfabeta, 100% background education free- sin haberme inyectado nada ilegal... E igual de sobria me atrevo a augurar que va a arrasar mundialmente (tampoco hace falta ser vidente ni teleco para ello). Ya veo a quienes aún lloran a la Jurado desembarcar por cientos en la Gran Vía, bajando de autobuses provinientes desde cualquier punto de España como si peregrinaran a Lourdes (o a Perpignan para ver pelis de destape) y, a los fans de la Pantoja desertar y empezar a serigrafiarse camisetas de la impecable drag protagonista de un par de escenas que va a relevar a esta señora en el meritorio arte de mover la bata de cola sin despeinarse.
Como ya saben quienes me leen desde hace tiempo (podría escribir "me siguen" pero sólo pensarlo me asusta, me suena a acoso; en serio, yo me escondo de quien me sigue, procuro ponerme a salvo, ¿qué le vamos a hacer?) no me pierdo una alfombra roja y unas croquetas gratis, preferiblemente servidas por la noche y dentro de Madrid capital. Adoro las convocatorias en las que no me invitan sólo al photocall, como si fuera fotógrafa, sino que comprenden que para hablar de algo tengo la mala costumbre de documentarme antes, y en las que me dejan a mi aire, cancaneando por ahí (casi siempre con el desastre).
Retomo: tras disfrutar como hacía tiempo de un primer acto lleno de sorpresas, de risas arrancadas por un guión más que brillante, de babear por el vestuario y flipar literalmente con la escenografía, encajé aquel repentino entreacto como un golpe de guadaña. No aceptaba, con lo que me estaba gustando, que pudiera haberse terminado. Menos mal que se trataba del recreo y a la vuelta me esperaba lo mejor...
Sin embargo aquellos quince minutos se eternizaron, me supieron al recorrido por ese túnel blanco que permite que toda tu vida pase por delante de ti muy deprisa; tú avanzas reconociendo rostros familiares, caras conocidas -no todas amables, ni de amigos precisamente-: cuánto famosazo con costra de maquillaje; cuánta celebridad; cuánto magnate de tirantes, gomina y corbata rojo poderoso (atención: añádase a la pantonera); cuánto entrevistado; cuánto aminemigo... Con la dificultad añadida de los tacones y del tumulto, atravesé aquella multitud, me acerqué con la mirada fija en el horizonte, clavada en un resplandor lejano que me cegaba (una sabe cuando no debe...). Caminaba aterrorizada, pero inevitablemente. Iba contagiadita de la euforia del exitazo, de la emoción de la puesta de largo de un proyecto trabajado con esmero... Iba hacia mis coordenadas porque tampoco podía hacer otra cosa, buscando esa promesa de tranquilidad (en cada momento nos pide el cuerpo algo y el mío en concreto anda inusualmente aletargado). En esos breves instantes de besos a pares y codazos cómplices, identificando a quien reconoces y esquivando a quien prefieres no cruzarte, mi reciente bajón anímico no impidió que me enamorase (¿o será por culpa de la depre que todo se precipitase?). Si me ciño a la geolocalización, en concreto yo impacté con el objetivo en medio de un tramo de escaleras.
Una se puede enamorar en quince segundos o necesitar una vida entera. Se puede enamorar de cuello para arriba o de cintura para abajo -un poco de honestidad, que ya somos mayorcitos-. Puedes enamorarte de lo vivido o del porvenir; de la templanza o de la osadía; de un cerebro privilegiado o de un cuerpo esculpido; de un pozo de anécdotas maquiavélicas o de la inocencia rayana con la estulticia; de alguien que supura sabiduría o de quien parece que te estaba esperando cual taula rasa... Puedes adorar a alguien por su energía, por su intensidad y porque es imposible... O precisamente sentir todo eso a pesar de los pesares, de lo harto improbable que es que salga como tú quieres, y no te alivia ni saber que lo mejor de las fantasías es que nunca se materialicen y todo eso.
Y aquí estoy, haciendo una redacción por no marcar un número de móvil. Parece que me he Enamorado Anónimamente y hasta las trancas.
4 comentarios:
Tiene muy buena pinta, sí señor...
Enamorarse anónimamente es muy peligroso no crees? Hoy día, con todo lo que hay a nuestro alrededor, es muy necesario andarse con ojos de halcón porque todo lo que veo a mi alrededor incita a la desconfianza.
Por otra parte, no puedes vivir toda la vida desconfiando ni temiendo que te pasen cosas. Yo, por lo menos, me veo incapaz.
En tu antiguo blog tenías lectores que te lo decían, me acuerdo perfectamente. Por cierto, sigue activo...no lo han cerrado...
Hola meri.
El musical es el mejor espectáculo que he visto, no sólo in Spain, sino fuera también.
Sí, mi blog sigue online y quien tenga el link puede visitarlo, pero en plan fantasma... Mi blog ha sido cerrado, no tengo acceso a la aplicación, no cabe escribir comentarios, lo han quitado de la lista y, por otro lado, no me pagan ya...
Besos y más besos, nena.
E
Hola Eva, soy Meri, he abierto blog personal ante el cierre de mi fotolog.
Escribiré sobre temas de salud y de cosas varias...espero que te/os guste si entras/entráis.
Que raro que te hayan borrado así de la noche a la mañana de tu tan famoso espacio en el diario.
Bueno, te deseo mucha suerte y por favor sigue escribiendo vía blogspot.
Un beso
Mr. Dorian Wilde
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